Controversias
En su libro, La Comida de los Dioses, publicado originalmente en 1992, Rynn Berry, expone un estudio sobre el vegetarianismo en distintas culturas y religiones. Donde se pregunta por qué en ciertas partes la conciencia por el valor de la vida se limita al ser humano, mientras que en otras latitudes, esta se extiende a todos los seres que son neurológicamente capaces de sentir aversión por el dolor.
Según estudios científicos los seres humanos somos omnívoros. La incorporación de carne en nuestras dietas tuvo un gran impacto en nuestras actuales características anatómicas. Las mandíbulas se hicieron más pequeñas. La estructura muscular del hombre comenzó a adaptarse a la faena de cazar animales. Además, según un estudio de la Dra. Leslie Aiello, del University College de Londres, la ingesta de carne permitió el crecimiento del cerebro, la reducción del tracto intestinal, y en consecuencia una mayor eficacia del proceso intelectual. Mientras menos sangre y energía se requería para digerir alimento y más grasas (principalmente órganos y médula ósea) se incorporaban a la dieta, las mujeres fueron capaces de gestar bebés con mayor capacidad cerebral.
Sin embargo hay potentes argumentos que debaten esta supuesta evolución carnívora del ser humano, desde una perspectiva religiosa. Muchos credos –objetos de estudio antropológico, tanto como la dieta prehistórica– han propuesto que el hombre es un animal, una parte más del universo y no el centro de la creación. Estas religiones, provenientes del oriente más lejano, defienden el derecho a la vida de todos los seres. Buda dijo: “El aspirante a Bodhisattva debe abstenerse de comer carne por evitar causar terror y sufrimiento a otras criaturas.” No es de extrañarse que el 83% de la población vegetariana del mundo se concentre en Asia, donde tanto el budismo, el hinduismo, el jainismo, sikhismo y taoismo, entre otros, creen que los animales poseen alma y desean vivir tanto como lo deseamos nosotros.
Las religiones occidentales, o reveladas, en cambio, profesan una creación antropocéntrica, en la que todo fue creado para el hombre (incluyendo los animales) y el ser humano es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma"(GS 24,3). No fue sino hasta el siglo XIII de la era cristiana que los católicos tuvieron en San Francisco de Asís su primer activista por el trato fraternal hacia los animales. Además, nuestra cultura, quizás por influencia de la ciencia evolutiva, ve al ser humano como un sujeto inserto en una cadena alimenticia, que debe, matar para vivir. El debate en torno al espacio que ocupa la carne en nuestra dieta es extenso e intenso… no pretendemos darles las respuestas ni zanjar la disputa, sólo aportar con algunos antecedentes a sus inquietudes, esta vez, desde una perspectiva antropológica.
Según estudios científicos los seres humanos somos omnívoros. La incorporación de carne en nuestras dietas tuvo un gran impacto en nuestras actuales características anatómicas. Las mandíbulas se hicieron más pequeñas. La estructura muscular del hombre comenzó a adaptarse a la faena de cazar animales. Además, según un estudio de la Dra. Leslie Aiello, del University College de Londres, la ingesta de carne permitió el crecimiento del cerebro, la reducción del tracto intestinal, y en consecuencia una mayor eficacia del proceso intelectual. Mientras menos sangre y energía se requería para digerir alimento y más grasas (principalmente órganos y médula ósea) se incorporaban a la dieta, las mujeres fueron capaces de gestar bebés con mayor capacidad cerebral.
Sin embargo hay potentes argumentos que debaten esta supuesta evolución carnívora del ser humano, desde una perspectiva religiosa. Muchos credos –objetos de estudio antropológico, tanto como la dieta prehistórica– han propuesto que el hombre es un animal, una parte más del universo y no el centro de la creación. Estas religiones, provenientes del oriente más lejano, defienden el derecho a la vida de todos los seres. Buda dijo: “El aspirante a Bodhisattva debe abstenerse de comer carne por evitar causar terror y sufrimiento a otras criaturas.” No es de extrañarse que el 83% de la población vegetariana del mundo se concentre en Asia, donde tanto el budismo, el hinduismo, el jainismo, sikhismo y taoismo, entre otros, creen que los animales poseen alma y desean vivir tanto como lo deseamos nosotros.
Las religiones occidentales, o reveladas, en cambio, profesan una creación antropocéntrica, en la que todo fue creado para el hombre (incluyendo los animales) y el ser humano es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma"(GS 24,3). No fue sino hasta el siglo XIII de la era cristiana que los católicos tuvieron en San Francisco de Asís su primer activista por el trato fraternal hacia los animales. Además, nuestra cultura, quizás por influencia de la ciencia evolutiva, ve al ser humano como un sujeto inserto en una cadena alimenticia, que debe, matar para vivir. El debate en torno al espacio que ocupa la carne en nuestra dieta es extenso e intenso… no pretendemos darles las respuestas ni zanjar la disputa, sólo aportar con algunos antecedentes a sus inquietudes, esta vez, desde una perspectiva antropológica.
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1 comentario:
yo sufri del abuso y crueldad de mis compañeros en el colegio por ser gordita... y realmente fue una etapa de mi vida la cual no me gusta recordar, pero encuantro valorable q estos temas se esten tratando y sean preocupacion para los alumnos de eta universidad...
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